miércoles, 15 de diciembre de 2010

CARLA LA AMBULANCIA


ILUSTRACIÓN DE JOSÉ FERNÁNDEZ


¡¡NINO NINO NINO!!
NI esto NI lo otro,
NO pienso acelerar.
NI grave NI en peligro,
NO quiero correr más.

Carla es una ambulancia,
y muy profesional,
pero lo que le gusta
es el trato personal.

Le gusta dar abrazos,
llevarnos con prudencia.
No le gusta ir corriendo,
cuando hay una emergencia.


¡¡NINO NINO NINO!!
NI atasco Ni infarto,
NO pienso acelerar.
NI pierna NI cabeza,
NO quiero correr más.

Cuando coge un paciente,
le mima como a un niño.
Le cuenta muchos cuentos,
le lleva con cariño.

Pero a ella le da miedo
es más, le da terror
que el conductor apriete
el acelerador.


¡¡NINO NINO NINO!!
NI corre Ni gallina,
NO te voy a escuchar.
Y aunque vayas al jefe,
NO voy a acelerar.

Ayer le vino el jefe
(un poco mamarracho)
y le gritó muy fuerte:
“¡Venga usted al despacho!”

Le dijo “usted no corre”,
“no lo puedo admitir”
“y aunque lo siento mucho,
le debo despedir”.


¡¡NINO NINO NINO!!
NI beso NI caricia,
NO puedo trabajar.
NI lenta NI deprisa,
NO debo circular.

Carla está despedida
y triste como ven
hace la fría cola
que lleva hasta el INEM.

Rellena unos papeles
con mucha devoción,
¿que qué aptitudes tiene?
Cuidado y comprensión.


¡¡NINO NINO NINO!!
NI tarde NI temprano,
NO quiero despertar.
NI esto NI lo otro,
Yo quiero trabajar.

Así pasan los días
sin mucha novedad.
Y es que Carla se aburre,
se aburre de verdad.

La pobre va en pijama
ve la televisión,
come patatas fritas...
¡qué horrible sensación!


¡¡NINO NINO NINO!!
NI tele NI basura,
NO hay nada que mirar.
NI fritos NI patatas,
yo quiero trabajar.

Por fin llega una carta
mandada del INEM
le ofrecen un trabajo,
¡pues mira tú qué bien!

"Viendo que usted no corre
y le gusta cuidar,
llegado el mes que viene
será bus escolar"


¡¡NINO NINO NINO!!
NI chicle NI patata,
NO quiero un grito más.
NI juegos NI pistolas,
NO os quiero castigar.

Por fin tiene un trabajo
cumpliendo su deber.
Y si se ponen malos
sabe qué debe hacer.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

NECROLÓGICA DE OSVALDO: UN FANTASMA DE POLILLA


ILUSTRACIÓN DE JUANITA SUBERCASEAUX


Hoy ha muerto un fantasma. Matizo la frase; hoy se ha liberado, ha pasado al más allá, ha dejado de semiexistir en un mundo que no le correspondía, un fantasma de polilla.

Osvaldo era su nombre. Y como yo le conocí y me cayó muy bien, he decidido hacerle una necrológica.

Osvaldo nació, creció y murió siendo una polilla. Una de esas que viven en los armarios de las casas, que se dedican a comer ropa y a echar siestas en los ojales de botón hasta el fin de sus días. Pero fue su hambre la que le condenó a una vida de fantasma.

No supiste compartir Osvaldo, tu insaciable apetito hizo que jamás ofrecieses un trozo de algodón a nadie. Si encontrabas algo de ropa en buen estado, lo guardabas para ti. Robabas a tu vecina los pocos hilos y bordados que acumulaba en su despensa. Sin respeto alguno, llegaste a comer un vestido de novia el día antes de la boda. Y claro, llegado el juicio final, te quedaste en este mundo. “Hasta que aprendas la lección”, te dijeron.

La primera etapa de Osvaldo como fantasma fue agridulce. No se acostumbraba a su nuevo estado, a su inconsistencia. Iba de acá para allá volando con su sabanita sin saber qué hacer. Asustando a los demás insectos que andaban despreocupados por la casa. Y eso, la verdad, le hacía gracia.

Pero, claro Osvaldo, la gracia tiene un límite. Y al final pesó más la soledad. Los meses pasaban sin sentido para ti; sin comunicarte con nadie; sin notar que, poco a poco, la depresión te iba devorando. Qué mal día Osvaldo, qué mal día el que, apoyado en una lámpara, sufriste ese ataque de ansiedad. No lo pudiste evitar y te comiste de un bocado tu sábana de fantasma, lo único que un fantasma tiene prohibido comer. Ese día comenzó la peor de tus épocas, la de mayor soledad.

Ya nadie veía a Osvaldo, sin su sabanita pasaba totalmente inadvertido. Ya, ni asustar podía. ¿Qué iba a hacer ahora? Se metió en un calcetín de lana desparejado y dejó pasar los días con su pijamita puesto, viendo programas del corazón, fumando cigarros, sin asearse. Se sentía terriblemente solo, abandonado, triste.

Fue entonces cuando nos conocimos. Yo iba rodando por el armario cuando choqué contigo. Y te di un susto terrible. Te extrañó que las pelusas pudiéramos ver fantasmas. Y tanto que si podíamos… me conmocionó ver un espectro de polilla tan triste y abandonado.

Desde el principio nos llevamos muy bien. Me contaste tu historia entera, lo que hoy puedo escribir en estas líneas. Lloraste arrepentido por la vida que habías llevado. Y decidimos buscarte una ocupación. ¿Qué podía hacer un fantasma de polilla para redimirse? ¿Cuál era la salida de alguien que lo único que había hecho en su vida era robar?

La idea se te ocurrió a ti. Un día viniste a mi encuentro emocionado, contándome lo del “reposicionamiento de objetos de valor” como tú lo llamabas. Y yo te dije que te iban a pillar, y tú que sin sábana nadie podía verte, y yo que te ibas a perder, y tú que si algo sabías era encontrar dinero, y yo que era peligroso, y tú que a esas alturas no tenías nada que perder. Y al final me convenciste.

Gracias a su idea, la casa en la que vivíamos se llenó de sorpresas y alegrías. Volaba de un lado a otro sacando un billete de 20 euros y colocándolo en el bolsillo de un abrigo; con el consiguiente asombro del dueño al dar con él. Se colaba por los bolsos, pasando las monedas sueltas a la caja de juguetes de los niños, que al día siguiente las hallaban felices. Y por primera vez en su vida, disfrutó viendo a los demás disfrutar.

Pasados los meses, te diste cuenta de que la alegría no la llevaba solo el dinero. Empezaste a desparejar pendientes de la señora (que ella volvía a emparejar con emoción al encontrar uno enganchado en el sombrero), a esconder los bolis que mejor pintaban detrás de la mesa, a colocar en primera fila del cajón la corbata que él usó el día de la boda. En definitiva, a “reposicionar” cualquier objeto de valor que encontrabas a tu paso.

Una sonrisa por encontrar un metrobús con 3 viajes, un “yuju” por el billete de 10 euros de la chaqueta, una lágrima de emoción por una foto de la infancia en un bolso olvidado. Alegría tras alegría, fuiste construyendo sin ser consciente tu puente al cielo. Hasta que hoy te has ido.

Osvaldo, repartiste felicidad a muchos; felicidad no esperada, que es la mejor de todas las felicidades. Tu ausencia deja un hueco en este armario que ninguna pelusa podrá tapar. Por eso te mereces una necrológica, porque cada vez que oigamos un grito de sorpresa ante un billete en el bolsillo, nos acordaremos de ti. El mejor fantasma de polilla que ha habido y habrá.

Descanse en Paz.

Pelusa.

jueves, 14 de octubre de 2010

LA LAVADORA SENTIMENTAL


Sean todos más sensibles,

se lo pido por favor,

soy más que una lavadora

que lava blanco y color.


Sostienen que quito manchas

y están muy equivocados.

Lo que yo hago es escucharlas:

sus bondades y pecados.


La grasa de bicicleta

me cuenta que no es valiente;

que al quitarle los ruedines

se cayó al suelo de frente.


Al vino que es obstinado

le cuesta mucho salir,

pues se piensa que su dueño

sin él no puede vivir.


La tinta de pluma llora

porque quiere ser poeta

y de tanta inspiración

se cayó a la camiseta.


Ayer me vino agobiado

el cuello gris de camisa

porque es duro su trabajo

y hay que hacer todo deprisa.


Esta mancha de carmín

llora al amor olvidado:

“sin él no puedo vivir,

es tan guapo y educado…”


Menudo disgusto trae

el barro del pantalón

pues mamá le ha regañado

y le ha dado un coscorrón.


Yo las calmo y las escucho,

les digo “no pasa nada”

y cuando desaparecen

me quedo muy preocupada.


Cuando mi filtro se obstruye

de oír tanto desconsuelo,

ya no soporto la carga

y lloro por todo el suelo.


Solo entonces me hacen caso

y llaman a ese señor

que se encarga de arreglarme.

De escucharme, pienso yo.


Yo le cuento las vivencias.

Vamos, que las penas lloro.

Y él le contesta a mi dueños:

“uffff… esto es cosa del cloro”


Hace un poco de terapia,

me receta bien de tila

y con todos sus consejos

yo me quedo más tranquila.


Cuando el técnico se marcha,

por fin vuelvo a funcionar:

a escuchar a nuevas manchas

o a lo que llamáis “limpiar”.



ILUSTRACIÓN DE JUANA SUBERCASEAUX



lunes, 20 de septiembre de 2010

EL DIENTE OSADO




El diente

Soy un diente de leche. Aunque al principio me costó asumirlo, llevo siéndolo toda mi vida. Me lo dijo el colmillo al nacer. En el concilio de bienvenida. Junto a las normas de convivencia. En este orden de deberes: cumplirás con tu función, evita placas y caries, mantén siempre tu sitio, eres un diente de leche. ¿Soy un diente de leche? Eres un diente de leche. Demonios, yo firmé un contrato de definitivo. Pues se debieron equivocar, porque eres de leche.

El colmillo

Mira, te voy a ser sincero, lo del novato fue idea mía. Cuando lo dije, a todo el mundo le hizo gracia. Tenías que ver cómo se reían las muelas, las condenadas. El problema llegó cuando el cerebro nos ordenó el primer marrón: mascar chicle con azúcar. Aquí todos somos amiguitos hasta que nos jugamos el esmalte. Y claro, nos hicimos los sordos. Pero de repente el novato se presentó voluntario. Que a mi me queda menos vida, eso dijo. Y a todos nos pareció bien.

El diente

He vivido de forma intensa, sí. Siempre al límite, sacrificándome por el grupo. El grupo de dientes definitivos a los que les quedaba una larga vida llena de amenazas: que había que abrir una botella con la boca, yo me presentaba voluntario; que había que masticar hielo, era yo quien lo hacía; que había que romper una etiqueta de ropa, me lo dejaban a mi. Y así. Así vivía mi corta estancia de diente de leche. Porque así iba a ser: una corta vida. Pero no. El tiempo pasaba y yo seguía ahí: vivo, lleno de desgracias, pero vivo.

La lengua

¿Que si soy indiscreta? Por amor de Dios, soy una lengua, claro que soy indiscreta. No puedo aguantarme nada, si oigo algo lo digo. Otra cosa muy distinta es lo que me manda el cerebro, ahí sí, ahí obedezco y me quedo quietecita. Pero cuando me dejan sola, cuando es de noche y puedo por fin expresarme en la boca, hablo sin parar.

El diente

Cada vez iba a peor. Intenté sobrellevar mi situación a base de flúor. Pero ese líquido no hizo nada. Me salieron 3 caries, se me rompió el esmalte, me cubrí de placa. El día que escuché la palabra endodoncia me replanteé mi situación. Sabía que las endodoncias no se practicaban en dientes de leche.

Las muelas

Teníamos al chico al lado, claro, por algo es un premolar. Cada vez le veíamos peor pero, ¿qué íbamos a hacer nosotras? Ya nada tenía sentido, ya era tarde. El sabio calla, eso nos enseñaron nuestros ancestros.

El diente

Comencé una investigación. Pregunté a las muelas, las más sabias de la boca, y no sabían nada. Pregunté a los incisivos, que todo lo ven, y nada habían visto. Pregunté a los colmillos, que no son de fiar, y no me fié de su respuesta.

La lengua

¿Que cómo me enteré de lo del diente? Se lo escuché a una paleta, estaba nerviosísima y hablaba bajito con el colmillo. Entonces sospeché que ahí había pastel y acerqué mi puntita para escuchar. Y cito textualmente lo que oí: “lo del novato se nos ha ido de las manos”. Fue ahí cuando me acordé del pobre premolar, del día que nació, brillante, lleno de ilusión ante una nueva vida. Del concilio de bienvenida y la cara que puso cuando le anunciaron que era de leche, qué pobre inocente, qué bendito. ¿Que por qué no dije nada? Pues porque yo también me lo creí, solo tenía 10 años cuando pasó aquello. Pero claro, el día que escuché a la paleta tan nerviosa me cuadró todo: la vida de ese pobre diente había sido una mentira, una broma que nunca supieron terminar. Y, que quede entre tú y yo, esto fue idea del colmillo. Ese es más malo que un demonio.

El diente

Soy un diente definitivo. Me lo acaba de decir la lengua. Así, tal cual, como dice ella las cosas. Que fue una broma. La típica mentirijilla que se le cuenta al nuevo. Pero que se les fue de las manos. Que se acomodaron. Que vieron que yo hacía el trabajo sucio y decidieron alargarlo más de lo debido. ¿Que qué voy a hacer ahora? Lo único que me queda es aferrarme a esta verdad: no seré el diente de leche más longevo, pero soy el diente definitivo más osado.

La dentadura postiza

Créeme lo que te digo, cuando llegamos a esta boca sólo quedaba el premolar. Ni una muela, ni un colmillo, nada. El chico seguía ahí, hecho polvo, con 2 empastes y sin esmalte. ¿Y sabes qué es lo más gracioso de todo? Que no se resigna, sigue siendo el más valiente. Y dile tú que con dentadura no se puede ni masticar pan…



ILUSTRACIÓN POR JUANITA SUBERCASEAUX



domingo, 20 de junio de 2010

LA AGENDA DESAGENDADA


Ser despistado es algo muy corriente,
o al menos eso piensa mucha gente.
Pero ya es un problema singular
si lo sufre una agenda escolar.


Esta es la historia de la agenda Berta
que aunque me cae bien, no es muy despierta.
Y cómo, por su amnesia cotidiana,
cambió de dueño en solo una semana.


El lunes, que a nadie le gusta nada,
estaba nuestra agenda adormilada.
Y no le recordó a su dueño Juan
que tenía su examen de alemán.


El martes, que es un día un poco tonto,
la agenda bostezó hasta que de pronto,
recordó que debía recodar
a Juan unos deberes, ¡qué pesar!


El miércoles llegó y, Juan con enfado,
se acercó hasta la agenda colorado
para leer en ella con disgusto
que se olvidó el cumple del tío Augusto.


“Esto ya pasa de marrón a oscuro”
pensaréis los lectores con apuro,
y yo os pido paciencia como autor.
No odiemos a la agenda, por favor.


Llega el jueves y, la agenda en pijama,
rellena muy tranquila un crucigrama.
Con tanta letra olvida, por supuesto,
que Juan debe jugar al baloncesto.


¡Esto es el colmo!- exclama Juan muy triste-
¡ya no puedo aguantar tanto despiste!
Entonces agarró a la pobre Berta
y la arrojó por la ventana abierta.


Llegados a este punto he de anunciaros
que no debéis ninguno preocuparos.
Este es un cuento para los infantes,
tendrá un final feliz como los de antes.


Llega el viernes y la agenda despierta
en mitad de una calle ya desierta.
Pero algo interrumpe la quietud,
¡es un niño con cara de ataúd!


Es Luís, el niño más triste del mundo,
que se agacha y la observa un segundo.
Es una agenda- exclama sin dilemas-
podré escribir en ella mis problemas.


Al día siguiente Luís llora y anota
todas sus desventuras con derrota.
Y Berta, que ese día está radiante,
olvida los problemas al instante.


Así llega el domingo y muy contento
despierta el niño triste de este cuento.
Al anotarlas, sus penas olvida
gracias a nuestra agenda distraída.


¿Y qué pasa con Berta?- me decís.
Que está más fresca que una flor de lis.
Por fin se ve a sí misma con afecto,
ser despistada ya no es un defecto.

Ilustración de José Fernández.

miércoles, 9 de junio de 2010

Monosílabo y esdrújulo


ILUSTRACIÓN DE JUANITA SUBERCASEAUX (Pinchar para ver en grande)


- Eh.
- ¡Carámbanos! ¡Monosílabo!
- Sí.
- Estás pálido, lánguido…
- Ya.
- ¿Es algo trágico?
- Sí.
- No seas tímido, si quieres dímelo.
- No.
- Si éramos íntimos…
- Sí.
- ¿Y tu helicóptero? ¿cómo llegaste aquí?
- Tren.
- ¿Y tus monóculos? ¿los extraviaste allí?
- Sí.
- ¡¡Pero qué pérdida!! ¿Cómo pudo ocurrir?
- Ay…
- ¿Está doliéndote?
- Sí.
- ¿Es la clavícula?
- No.
- ¿Es algún órgano?
- Sí.
- No te preocupes más, solucionémoslo.
- Va.
- Mira esos árboles, ¿de qué color los ves?
- Gris.
- Oye está música, ¿te suena bien o mal?
- Mal.
- Prueba esta pócima, ¿te sientes revivir?
- No.
- Ay monosílabo, te duele el corazón.
- Sí.
- Con tanta pérdida quedaste así.
- Ya.
- Toma mi brújula, encuentra tu helicóptero, rescata tus monóculos y vuelve a sonreír.

martes, 8 de junio de 2010

Para distraer un poco

Ya que por fallos de agenda del ilustrador ayer no pude colgar el deformidable, he decidido distraeros con algo.

Volviendo a mis orígenes publicitarios, quería compartir un anuncio argentino que me encanta. La forma más original que he visto nunca de enseñar la ilusión que sentíamos de pequeños el día que nuestra madre hacía tarta. Que por algo este blog va de emociones infantiles...

jueves, 3 de junio de 2010

Mi abuelo




ILUSTRACIÓN DE JUANITA SUBERCASEUX (pincha para verla en grande)



Mi abuelo tiene muchas arrugas,

porque mi abuela lo dio de sí.


Mi abuelo tiene pelos en las orejas,

para no oír más tonterías.


Mi abuelo tiene mal pulso,

para dar emoción a las comidas.


Mi abuelo anda despacio,

y jamás pisa una caca.


Mi abuelo no tiene pelo,

porque se lo dio a los pobres.


Mi abuelo habla bajito,

y siempre cuenta secretos.


Mi abuelo usa bastón,

y dentro esconde una espada.


Mi abuelo huele a regaliz,

el caramelo de Batman.


Mi abuelo tiene cicatrices,

de cuando era pirata.


Mi abuelo tiene tiempo para jugar,

no como otros…


jueves, 27 de mayo de 2010

Un susto de muerte



Las pulgas son animales
alegres y divertidos,
les gusta viajar en perro
y dar saltos atrevidos.

Las pulgas no viven mucho:
dos días, máximo tres;
siempre tienen mucha prisa
pues no hay tiempo que perder.

Lo que más miedo les da
es que la muerte las lleve
por eso al hacerse viejas
se esconden en donde pueden.

Su escondite preferido
es la tripa de la gente
porque allí está muy oscuro
y no creen que las encuentren.

Cuando la pulga envejece
y el corazón ya le falla
se cuela por nuestra boca
y salta despreocupada.

En la tripa son molestas
pues cuando ellas dan saltitos
nosotros hacemos “hip-hip”
vamos, que nos entra el hipo.

Por eso si alguien te asusta
el hipo desaparece,
pues su débil corazón
no aguanta, y la pulga muere.

Pero tú no te preocupes
que si se muere de un susto
se va al cielo de las pulgas
el mejor lugar del mundo.

Allí hay millones de perros
sobre los que pasear
y miles de trampolines
para que puedan saltar.

Pero lo mejor de todo
es que viven para siempre
y ya no le tienen miedo
ni a la vejez ni a la muerte.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Nacimiento

Ya está, ya lo he hecho. He traído al mundo un blog.

¿Y con qué fin? Supongo que compartir todo lo que veo, todo lo que se me ocurre y, en general, todo lo que me gusta desde la época en la que hacía carrera de galletas.

Vamos, mantener las emociones de cuando éramos pequeños.

http://www.youtube.com/watch?v=MsBMG-p1HDM