lunes, 20 de septiembre de 2010

EL DIENTE OSADO




El diente

Soy un diente de leche. Aunque al principio me costó asumirlo, llevo siéndolo toda mi vida. Me lo dijo el colmillo al nacer. En el concilio de bienvenida. Junto a las normas de convivencia. En este orden de deberes: cumplirás con tu función, evita placas y caries, mantén siempre tu sitio, eres un diente de leche. ¿Soy un diente de leche? Eres un diente de leche. Demonios, yo firmé un contrato de definitivo. Pues se debieron equivocar, porque eres de leche.

El colmillo

Mira, te voy a ser sincero, lo del novato fue idea mía. Cuando lo dije, a todo el mundo le hizo gracia. Tenías que ver cómo se reían las muelas, las condenadas. El problema llegó cuando el cerebro nos ordenó el primer marrón: mascar chicle con azúcar. Aquí todos somos amiguitos hasta que nos jugamos el esmalte. Y claro, nos hicimos los sordos. Pero de repente el novato se presentó voluntario. Que a mi me queda menos vida, eso dijo. Y a todos nos pareció bien.

El diente

He vivido de forma intensa, sí. Siempre al límite, sacrificándome por el grupo. El grupo de dientes definitivos a los que les quedaba una larga vida llena de amenazas: que había que abrir una botella con la boca, yo me presentaba voluntario; que había que masticar hielo, era yo quien lo hacía; que había que romper una etiqueta de ropa, me lo dejaban a mi. Y así. Así vivía mi corta estancia de diente de leche. Porque así iba a ser: una corta vida. Pero no. El tiempo pasaba y yo seguía ahí: vivo, lleno de desgracias, pero vivo.

La lengua

¿Que si soy indiscreta? Por amor de Dios, soy una lengua, claro que soy indiscreta. No puedo aguantarme nada, si oigo algo lo digo. Otra cosa muy distinta es lo que me manda el cerebro, ahí sí, ahí obedezco y me quedo quietecita. Pero cuando me dejan sola, cuando es de noche y puedo por fin expresarme en la boca, hablo sin parar.

El diente

Cada vez iba a peor. Intenté sobrellevar mi situación a base de flúor. Pero ese líquido no hizo nada. Me salieron 3 caries, se me rompió el esmalte, me cubrí de placa. El día que escuché la palabra endodoncia me replanteé mi situación. Sabía que las endodoncias no se practicaban en dientes de leche.

Las muelas

Teníamos al chico al lado, claro, por algo es un premolar. Cada vez le veíamos peor pero, ¿qué íbamos a hacer nosotras? Ya nada tenía sentido, ya era tarde. El sabio calla, eso nos enseñaron nuestros ancestros.

El diente

Comencé una investigación. Pregunté a las muelas, las más sabias de la boca, y no sabían nada. Pregunté a los incisivos, que todo lo ven, y nada habían visto. Pregunté a los colmillos, que no son de fiar, y no me fié de su respuesta.

La lengua

¿Que cómo me enteré de lo del diente? Se lo escuché a una paleta, estaba nerviosísima y hablaba bajito con el colmillo. Entonces sospeché que ahí había pastel y acerqué mi puntita para escuchar. Y cito textualmente lo que oí: “lo del novato se nos ha ido de las manos”. Fue ahí cuando me acordé del pobre premolar, del día que nació, brillante, lleno de ilusión ante una nueva vida. Del concilio de bienvenida y la cara que puso cuando le anunciaron que era de leche, qué pobre inocente, qué bendito. ¿Que por qué no dije nada? Pues porque yo también me lo creí, solo tenía 10 años cuando pasó aquello. Pero claro, el día que escuché a la paleta tan nerviosa me cuadró todo: la vida de ese pobre diente había sido una mentira, una broma que nunca supieron terminar. Y, que quede entre tú y yo, esto fue idea del colmillo. Ese es más malo que un demonio.

El diente

Soy un diente definitivo. Me lo acaba de decir la lengua. Así, tal cual, como dice ella las cosas. Que fue una broma. La típica mentirijilla que se le cuenta al nuevo. Pero que se les fue de las manos. Que se acomodaron. Que vieron que yo hacía el trabajo sucio y decidieron alargarlo más de lo debido. ¿Que qué voy a hacer ahora? Lo único que me queda es aferrarme a esta verdad: no seré el diente de leche más longevo, pero soy el diente definitivo más osado.

La dentadura postiza

Créeme lo que te digo, cuando llegamos a esta boca sólo quedaba el premolar. Ni una muela, ni un colmillo, nada. El chico seguía ahí, hecho polvo, con 2 empastes y sin esmalte. ¿Y sabes qué es lo más gracioso de todo? Que no se resigna, sigue siendo el más valiente. Y dile tú que con dentadura no se puede ni masticar pan…



ILUSTRACIÓN POR JUANITA SUBERCASEAUX



16 comentarios:

  1. Jaja, que bonito, pobre diente!
    Y felicitaciones para la Juana!

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  2. "Intenté sobrellevar mi situación a base de flúor". ¡Está genial!

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  3. Muy bueno Bego... Lo de contrato indefinido es cojonudo...jaja!!! Nos vemos mañana!

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  4. Mi parte preferida: "[...] Mantén siempre tu sitio, eres un diente de leche. ¿Soy un diente de leche? Eres un diente de leche."

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  5. Gracias a todos!! Qué nervios, se me había olvidado lo que era colgar un cuento.

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  6. "pregunte a los colmillos, que no son de fiar, y no me fié de su respuesta". Cuanta razón.
    por más que le doy vueltas no me acuerdo del título del libro que me dejaste en primero de carrera, (claro, pasó como hace 32 siglos..), algo de un melocotonero o algun frutal similar. Lo que sí que recuerdo es que olía igual de bien que la historia de este incauto premolar.
    Muy, muy bego el cuento.

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  7. Se llamaba Mi Planta de Naranja Lima y ojalá algún día consiga ese olor. ¡¡Era mi libro preferido de entonces¡¡ Muchas gracias!!

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  8. Debe ser que en el trabajo me han hincado el diente desde hace una temporadita y mi capacidad de concentración se ha visto mermada considerablemente, el caso es que me ha costado seguir las andanzas de este diente tan osado.

    PD: Alfonso, el cuñaooo

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  9. Gracias aposos, qué dura es la vida del trabajador fuera de los departamentos de maternidad. ¿En serio no se entiende?

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  10. Muy bueno, Bego.
    Los héroes siempre acaban igual, pero...
    ¿Qué sería de nosotros sin ellos?

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  11. Ay Dios, Bego!!! Qué bien te quedó!!! Arriba mi partner!

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  12. Qué bien que has vuelto. Me lo he pasado genial leyéndote. :-)

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