jueves, 14 de octubre de 2010

LA LAVADORA SENTIMENTAL


Sean todos más sensibles,

se lo pido por favor,

soy más que una lavadora

que lava blanco y color.


Sostienen que quito manchas

y están muy equivocados.

Lo que yo hago es escucharlas:

sus bondades y pecados.


La grasa de bicicleta

me cuenta que no es valiente;

que al quitarle los ruedines

se cayó al suelo de frente.


Al vino que es obstinado

le cuesta mucho salir,

pues se piensa que su dueño

sin él no puede vivir.


La tinta de pluma llora

porque quiere ser poeta

y de tanta inspiración

se cayó a la camiseta.


Ayer me vino agobiado

el cuello gris de camisa

porque es duro su trabajo

y hay que hacer todo deprisa.


Esta mancha de carmín

llora al amor olvidado:

“sin él no puedo vivir,

es tan guapo y educado…”


Menudo disgusto trae

el barro del pantalón

pues mamá le ha regañado

y le ha dado un coscorrón.


Yo las calmo y las escucho,

les digo “no pasa nada”

y cuando desaparecen

me quedo muy preocupada.


Cuando mi filtro se obstruye

de oír tanto desconsuelo,

ya no soporto la carga

y lloro por todo el suelo.


Solo entonces me hacen caso

y llaman a ese señor

que se encarga de arreglarme.

De escucharme, pienso yo.


Yo le cuento las vivencias.

Vamos, que las penas lloro.

Y él le contesta a mi dueños:

“uffff… esto es cosa del cloro”


Hace un poco de terapia,

me receta bien de tila

y con todos sus consejos

yo me quedo más tranquila.


Cuando el técnico se marcha,

por fin vuelvo a funcionar:

a escuchar a nuevas manchas

o a lo que llamáis “limpiar”.



ILUSTRACIÓN DE JUANA SUBERCASEAUX