- ¿Cómo que ellos? ¿Se refiere a sus pies?
- ¿Mis pies? No, en absoluto. Estoy hablando de esos pies.
- Esos pies, querido, son sus pies.
El hombre me miró con cara de extrañeza, una sonrisa de superioridad empezó a dibujarse en su rostro mientras me replicaba con tono de burla:
- Doctor, yo no conozco estos pies.
Debo admitir que aquel hombre me dejó sin palabras. No supe qué contestar ante aquella frase, así que cogí un trozo de venda y me dispuse a inmovilizarle el pie para evitar que el esguince fuera a mayor.
Al día siguiente renuncié a mi puesto de traumatólogo del equipo de baloncesto. Esos hombres eran disparatadamente altos.
Jajajaja. Me recuerda a un caso que sucedió en la realidad! Con un tipo que, por una afección neurológica, estaba convencido de que una de sus piernas no era en realidad suya!
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